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¿NOS MERECEMOS EL TRIUNFO?
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Uno de los exámenes ha llegado. Han pasado cuatro meses de nuevas experiencias, de lecciones. ¿Las hemos aprendido? ¿Hemos meditado sobre ellas? ¿Nos merecemos regresar a la vida que teníamos antes?, digo, los que vivían muy bien seguramente la anhelan de vuelta. Otros no tanto, muchos y más de lo que imaginamos desearían que las cosas cambiaran radicalmente para ver si sus vidas, dios o el universo le dan sencillamente otra oportunidad, un respiro.
Todo aprendizaje antes de dar un resultado pasa por una evaluación, un examen. Pensémoslo, así ha sido siempre. Desde la última vez que el bebe’ cae antes de dar seguro su primera caminata larga, hasta su examen final en la universidad, antes de lanzarse al mundo del trabajo. De cada uno de momentos como esos depende un futuro. Cada cierto tiempo surgen las pruebas que nos muestran si realmente estamos listos para saltar a un nivel superior o sencillamente fallamos y regresamos a un nivel inferior.
Eso es así a nivel individual y de especie.
Miremos a nuestro alrededor en estos momentos. ¿Cómo ha respondido el ser humano? ¿Ha compartido en su mayoría las soluciones? ¿Se ha preocupado por los necesitados, los débiles o los más pobres? ¿Esta’ dispuesto a hacer sacrificios por su casa (su planeta)? ¿Es compasivo? ¿Vale la pena para la naturaleza (dios para otros) dejar que los seres humanos sigan siendo la especie dominante en un planeta maravilloso?
Quizás solo hemos sido otro intento fallido. ¿Nos gustaría que gente como nosotros mismos llegaran a nuestro planeta?, o al menos que ESOS que tienen los recursos para la conquista del espacio sean los que lleguen a otros planetas, por ejemplo.
Miremos, observemos, analicemos lo que sucede ahora mismo. ¿Tenemos alguna posibilidad de pasar el examen?
Les dejo la respuesta
Seguramente encontraremos la vacuna, pero ese no es el examen. Seguiremos adelante en unos meses o unos años, y nos regodearemos en el triunfo. Lo que me pregunto es si el triunfo sobre un virus es lo importante, o es solo lo superficial de algo más profundo y de cuyo resultado dependía nuestro real avance hacia soluciones que nos llevarían un paso más adelante hacia la resolución de otros misterios importantes.
Humberto.
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Cuba en COVID19 Lo superfluo y lo necesario
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Hace algunos días el Partido Comunista de Italia le envió un mensaje de agradecimiento al gobierno y pueblo de Cuba por haber enviado médicos a Lombardía. Una carta muy sentida y fue un gesto logico porque unos días antes la Unión Europea le había negado ayuda económica a Italia y España. Ya saben, era una brigada relativamente pequeña, pero con medicos de primera línea con experiencia en Africa , Asia y America Latina en fuertes epidemias y desastres naturales. En el párrafo final de la carta había una frase que me llamó la atención.
“El capitalismo provee lo superfluo, pero no es capaz de garantizar lo realmente necesario”
¡no paren de leer! ¡ No voy a dar un discurso ideológico!
Pero sí voy a comentar algo que me ha llamado la atención durante todo lo que ha sucedido durante la pandemia del corona virus.
Es obvio desde hace mucho tiempo, desde que comenzó la globalización, que ya cada vez hay menos fronteras delineadas entre países. Que casi solo existe un país en este planeta y se llama Capitalismo. En sus variantes, pero un solo sistema tan abarcador que es difícil vivir peculiaridades, vidas diversas vidas con reglas diferentes. Asi que una acción en algún lugar remoto puede alcanzar el otro extremo de la tierra en pocos días.
Antes de llegar al punto, hagamos un paréntesis.
Los gastos militares de los países más afectados en esta pandemia son asi:
Estados Unidos: 649.000 millones de dólares ,China: 250.000 millones de dólares, Francia 63,900 millones de dólares, Reino Unido 50 000 millones, Alemania 49.500 millones de dólares, Japón 46.500 millones de dólares, España 16.500 millones de dólares, Italia 23.527 millones de euros.
Los 29 miembros de la OTAN aumentaron conjuntamente su gasto militar un 7% (56.500 millones de euros) en 2018 respecto al año anterior.
Entonces vayamos al punto: ¿Qué hubiera pasado si en vez de una pandemia hubiera sido una guerra nuclear, biológica o química? Si, digamos, la tan llevada y traída amenaza de Corea del Norte se hubiera hecho realidad, ¿hubieran podido enfrentarla? ¿Realmente todo ese gasto es para proteger a quien? ¿a todos? O, ¿es para conquistar y no para defender?
Si un virus ha colapsado los sistemas de salud de los países más ricos, qué esperar de cualquier otra amenaza más poderosa. ¿Dónde han estado los militares y sus cuantiosos recursos en momentos como estos? ¿por qué tienen recursos para tantas armas supuestamente para defender a sus países y no tienen ventiladores y mascarillas para sus ciudadanos? Igual con medicamentos, UCI, etc.
¿Qué es lo superfluo y lo necesario en el mundo de hoy?
Evidentemente las prioridades estuvieron mal pensadas y seguramente no hay equivocación, no hay error en lo que ha sucedido. Las vidas de los ciudadanos comunes no valen tanto como el capital y el poder, la dura realidad lo ha demostrado. Hay mucho dolor fingido cuando en realidad ya sabían que algo asi sucedería tarde o temprano y que costaría muchas vidas. Pero no importaba porque cada año habían recortes en gastos de salud e investigación., excepto en los privados, los que generan capital y se debe pagar para llegar a ellos.
Hay mucha tela por donde cortar, quizás algún dia lo superfluo y lo necesario cambiaran de posición en la lista de prioridades, volveremos a ser inteligentes y dejaremos de auto engañarnos y de ser engañados.
Finalmente , espero que hayan preguntas permanentes, que no puedan ser borradas, cuando todo esto pase y antes de que llegue el próximo golpe. Porque no hay duda que deben haber golpes más fuertes que este para que realmente aprendamos. Este fue solo uno más, este virus no ha hecho ni mas ni menos que lo que otro ser vivo, nosotros, ha hecho por mucho tiempo. A donde quiera que llegamos causamos desastres ecológicos y humanos que cuestan miles y millones de vidas en nuestra historia dejando detrás solo a los mas aptos y resistentes.
Preguntas interesantes como :
¿Quién vino en ayuda cuando más se necesitó?
¿El o los que siempre prometieron ayuda lo cumplieron?
¿Nos habían dicho la verdad?
¿Somos todos iguales o hay algunos más iguales que otros?
¿Gobiernan los más inteligentes y capaces?
¿Toman nuestro dinero los que más pueden aportar al género humano?
¿Podemos darnos el lujo de descartar a nuestros ancianos (memoria histórica), las minorías, los que quieren ser diferentes y a los que dan otras soluciones?
¿las decisiones morales tendran un costo futuro?
¿Escuchamos y aprendemos de los demás en momentos de crisis o solo seguimos a nuestro ego?
Como dije antes, mucha tela por donde cortar.
finalmente, no quiero ser mal interpretado. Las cosas hermosas de la vida no son superfluas (que no cumple ni desempeña una funcion real), tener ropa hermosa y comoda, comida en abundancia, vida feliz con fiestas y gente sana y divertida, vida espiritual para los que la deseen o sencillamente vivir el momento para los otros. Nada de eso es superfluo, somos nosotros y la manera que queremos vivir.
Lo superfluo es todo lo que mata, empobrece, obstaculiza, separa, odia, lo que se mueve en la oscuridad y nunca da la cara y cosas asi. la lista seria demasiado larga.
Regresando a la carta de los italianos , me hizo recordar una frase de Galeano, me hizo pensar en que la ayuda , no importa de donde venga lleva mucho corazon, y nunca debe ser subestimada y no tiene nada que ver con la lastima o el oportunismo. La solidaridad es un sentimiento y una accion humana necesaria e importante, es saber que no estamos solos y podemos ser ayudados. Es saber que no importa cuan pequeños o pobres seamos podemos ser utiles a otros.
«A diferencia de la solidaridad, que es horizontal y se ejerce de igual a igual, la caridad se practica de arriba a abajo, humilla a quien la recibe y jamás altera ni un poquito las relaciones de poder»
Eduardo Galeano
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EL PERFUME
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Agradecimiento a mi amigo Ismael. Cuando nos conocimos, entre otros muchos conocimientos, me abrió un océano de fragancias nuevas y por lo tanto de mundos que no conocía. El olor del chocolate de primera calidad, las especias que conocía solamente por libros, pero nunca había probado u olido. Las fragancias de perfumes o colonias que parecían ser del paraíso, de un mundo prohibido. El olor del cuero noble, de vinos , de las cosas nuevas y sus envolturas que me sorprendían desde antes de descubrir los tesoros que me había traído como regalos. El olor de comidas que nunca antes había probado y que con su paciencia budista en cada viaje de miles de kilómetros disfrutaba regalarme de restaurante en restaurante, de paladar en paladar cada noche, literalmente cada noche, y con conversaciones que parecen no tener fin. Y todo esto sin pedir nada a cambio, solo por el placer de hacer despertar los sentidos dormidos de alguien en una isla lejana y con mala fama a la que nunca pensó regresar, de hacer un nuevo amigo que se merece lo mejor, aunque viva en el otro lado de la Historia y del mundo.
ANTES DE 1990
Al poco tiempo del 1959 ya teníamos en Cuba problemas con los artículos de aseo y limpieza. Toda la materia prima provenía de Estados Unidos y la historia ya la conocen.
Una década más tarde teníamos un solo tipo de jabón de lavar, dos tipos de jabón de baño y más tarde solo uno, dos tipos de champú (uno para cabello riso y otro para cabello lacio). Dos tipos de colonias que fueron después cuatro y dos perfumes en la década del 1980s. Dos tipos de desodorantes, uno en crema para los negros y otro en barras sólidas para los blancos. Olores intensos al estilo ruso, nada de sutilezas. Talco sin olor para después del baño, y creo que eso fue todo. No nos enteramos que en otras partes se habían creado y usaban champús para cabellos grasos, secos, dañados, teñidos, igualmente que habían entrado en el mercado acondicionadores, mascarillas capilares, suavizadores, detergentes para ropa de color, detergentes con bacterias que devoraban la suciedad, desodorantes para todo tipos de pieles y con decenas de fragancias nuevas cada año.
La vida era simple para nosotros, los olores eran naturales, la ropa de cama olía a sol y a almidón . No había mascaras ni cremas en rostros ni fragancias artificiales en la piel. Pero tampoco había magia. Nadie entraba ni salía de Cuba y por lo tanto no sabíamos.
Mi mamá guardaba un pequeño frasco vacío, con una delgada capa parda sólida de esencia seca en el fondo de un frasco de Chanel número 5 que de alguna manera llegó a sus manos, y alguna que otra vez la veía en la ventana destapar cuidadosamente el frasquito y oler por unos segundos aquel aroma que durante unos minutos la transportaba a otra época cuando era joven y unas gotitas detrás de las orejas y en las muñecas era como llevar un arma mortal para conquistar el mundo.
Todo hasta el 1990 cuando cae el muro de Berlín y el campo socialista de Europa del Este. Y entre las cosas que cambiaron fue la llegada de los turistas, con un mundo moderno, oloroso y atrevido en fragancias en sus equipajes.
EL ANCIANO DE “EL ENCANTO”
A Ricardo lo conocí durante el periodo especial cuando todos los cubanos hacíamos colas de varias horas para conseguir algo de alimentos. Nunca lo había visto antes, pero nos llevamos bien inmediatamente. Fueron esos días donde todos nos volvimos un poquito contrarrevolucionarios y culpábamos al gobierno por todo lo que nos estaba pasando y entonces Ricardo me contaba de su época de juventud. Fue jefe de piso en la tienda mas elegante de la Habana, y por lo tanto de America Latina: El Encanto.
Otro día escribo sobre ella, pero lo importante ahora es mencionar que este hombrecito diminuto fue el jefe de piso donde se encontraba la perfumería. La Habana era el lugar donde se probaban los perfumes franceses que venían a América, si gustaban seguían para las grandes urbes del continente: New York, Ciudad Méjico, Buenos Aires.
Ricardo aun en los años 1990s se vestía como si estuviera activo, aun cuando la tienda fue victima de un sabotaje en 1961 y él se jubiló en los años 1980s. Camisas de mangas largas, pantalones de pliegues en la cintura y hasta de vez en cuando zapatos de dos tonos. Colores claros en el verano y oscuros en el invierno.
Pero con el periodo especial desaparecieron los artículos de limpieza. Lavábamos la ropa con agua y sal; y la cabeza con flores de mar pacifico, y mientras pasaba esto Ricardo se iba apartando en las colas, se mantenía distante y ya no conversábamos. Hasta que un día coincidimos y casi que lo acorralé en una esquina del portal de la bodega donde comprábamos. . .lo que podíamos. Y ante mis preguntas me hizo a su vez otra: ¿no las ves? ¿no lo sientes?, me dijo mientras me hizo notar pequeñas moscas que llamamos en Cuba guasasas que revoloteaban sobre su cabeza, “ a donde quiera que voy vienen hacia mí. Ya no puedo más con este olor, esta falta de higiene, se me cae la cara de vergüenza”
A Ricardo lo dejé de ver por un tiempo. Murió por una sobredosis de Valium que no sé de donde lo sacó porque escaseaba tanto como el jabón. Decían que estaba muy deprimido por todo lo que pasábamos, pero yo creo que lo hizo por vergüenza de tan solo pensar que era rechazado por el mal olor característico que tienen los ancianos desprotegidos.
CLASES PRIVADAS
Me he puesto unos audífonos para escribir esta parte. Escucho música Caribeña, alegre y colorida, para espantar los sentimientos negativos. Es curioso, en aquel entonces me sentía muy feliz de llegar a casa con el resultado del trabajo de todo un mes y por “el sabor del peligro” en los labios.
Pero el tiempo cambia las cosas, la visión de las cosas. Ahora siento un poco de desánimo y vergüenza. Y no sé bien porqué, en definitiva hice lo mejor que pude y con las herramientas que tenía: mi mente y mi conocimiento.
La historia comienza así. En la esquina de mi casa hay un hospital. En aquel entonces era un hospital ginecobstétrico, es decir, atendía mujeres y sus dolencias propias, y embarazadas. Toca a mi puerta una mujer de unos 35 años, elegante y perfumada, con sortijas de oro y perfume un poco fuerte. Me pregunta si soy Humberto. Ella, Elsa, la jefa del departamento de microbiología del hospital. La cuestión era que ella y unas amigas querían dar clases de Inglés.
Hasta ese momento yo no había dado clases privadas. Y realmente ni había pensado en ello, pero ya mi padre comenzaba con el cáncer en su garganta y era el año1998 y no había manera de conseguir alimentos baratos. Acepté. No sería lejos de casa, a solo 20 minutos. Las clases en su casa o, en caso de que la clases coincidieran con su horario de trabajo en algún momento se podían dar en la casa de una de las chicas, justo al lado de la de ella. Perfecto.
Seré breve. Casas preciosas, pero algo me llamó la atención inmediatamente. Elsa de 35 años con esposo (director del hospital) de 70. Las muchachas mucho más jóvenes, escasamente 18 años. En total 5. El pago pudiera ser de dos maneras: en efectivo o en especie. En pocas palabras: Elsa era una madame, las chicas sus prostitutas, jineteras, y como estaban con extranjeros podían comprar en las tiendas de los hoteles y por lo tanto podían pagarme con lo que ellas comprarían. Una de ellas era la hija de un teniente coronel que vivía en la casa de al lado, y todo debía ser muy en secreto, incluidas las clases de ingles.
Cada mes ellas me preguntaban sobre si efectivo o mercancía. Siempre fue mercancía. Cada fin de mes yo regresaba feliz con mi botella de champú, dos jabones, algo de detergente, pasta dentífrica, un desodorante y un poco más porque me pagaban 3 dólares por 3 clases de una hora a la semana. Fueron casi dos años hasta que mi padre empeoró y durante un tiempo no pude dar clases de ningún tipo.
Pero durante ese tiempo fue la época que la gente lavaba con sal, el señor Ricardo murió quizás de vergüenza, y la gente se lanzaba al mar en búsqueda de una mejor vida, y yo , al menos durante un tiempo no tuve esa preocupación. Tampoco eran productos buenos, lo importante era la cantidad, y tampoco remedié lo de los alimentos, pero al menos estábamos limpios.
Con el tiempo ese recuerdo me oprime el corazón. Y no sé exactamente la razón. O sí la sé, y es que quizás las cosas no han cambiado mucho.
LA LIBERTAD DE OLER BIEN
Es quizás la más menospreciada de las libertades. Muchos la califican de superficial. Pero a los cubanos nos brinda mucha información. Las fragancias nos dicen si tu jefe, tu amigo, tu cliente o simplemente la persona que tienes delante han viajado recientemente, si se asea diariamente o solo cubre la mugre con perfumes. Nos dice si tiene dinero, si es coqueto o coqueta por el brillo del cabello. Los hombres y mujeres cubanos nos alteramos las hormonas con solo sentir que alguien pasa a nuestro lado recién bañado oliendo a jabón de calidad, a crema sobre la piel. Unos cabellos mojados oliendo a champú y suavizador nos transportan a unos minutos atrás a una ducha donde muchas cosas pudieran pasar.
Pero además, el poder comprar, escoger, disfrutar de productos de aseo es un signo de libertad para los cubanos. De que no solo quieres sino también puedes cuidar de ti, de que nadie te puede limitar y tenga poder sobre ti.
Puede parecer un razonamiento superficial, pero después de tantas décadas marca la diferencia. Y tanto es así que siempre me sonrío (soy de esos maestros que se vuelca sobre los alumnos para revisar sus ejercicios mientras lo hacen en clases) y ellos dicen que soy “el teacher que huele a yuma”
HUmberto. Guia Local en la Habana.
Profesor de Historia de Cuba
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EL SUEÑO DEL CUBANO
CUBA, recuerdos de religión y chocolate
PARECE QUE ESTAMOS CONDENADOS. . .
ESPAÑA NOS QUIERE, PERO A SER POSIBLE LEJOS.
PREGUNTA DIFÍCIL (2): ¿Cuál tipo de turista prefiere el gobierno cubano y por qué?
Primero que todo aclarar que para nada es del gusto del gobierno la presencia de tantos extranjeros en Cuba. Es decir, no hay que mirarlo desde el punto de vista negativo, pero para ellos la realidad cubana sería más manejable si no existiera el turismo y todo lo que este trae.
Ya sabemos, desapareció la Unión Soviética y por primera vez en la Historia estábamos solos frente a un embargo económico. Había que buscar dinero urgentemente.
Ya sabemos, desapareció la Unión Soviética y por primera vez en la Historia estábamos solos frente a un embargo económico. Había que buscar dinero urgentemente.
Ya en los primeros tres años de la década del 1990 las pocas reservas del país se habían gastado y se decidió abrir el país al turismo y la inversión extranjera. De los errores más grandes y evidentes de esa etapa, producto de la inexperiencia en el mundo de los negocios capitalistas quizás hable algún otro día.
Los cubanos estaban pasmados. Se dieron permisos para alquilar habitaciones en casas (sin pagar impuestos), los turistas más aún: llegaban a casas en su mayoría desvencijadas, sin las condiciones para rentas. A un país con muchos apagones, ningún transporte especializado, en fin, un caos, pero todos venían a estar en la Cuba revolucionaria antes de que desapareciera, antes de que llegaran los americanos (o la invadieran).
De repente las calles, y dios es testigo que no sabemos de donde salieron, se llenaron de prostitutas que con esa habilidad que tiene el cubano para aliviar el peso de la realidad las llamaron jineteras. Las jineteras no eran las prostitutas como en otros países. Las jineteras eran muchachas que salían a la calle a buscar dinero para ayudar al resto de la familia.
Se abrieron locales como discotecas, llegaban aviones llenos solamente de hombres, comenzaron a circular los primeros autos modernos de rent-a-car en la Habana, varios extranjeros abrieron negocios en Cuba, recuerdo en particular uno que trajo las réplicas de las tres carabelas de Cristóbal Colon, las puso a la entrada de la bahía de la habana y sobre ellas hizo una discoteca.
Se habló tanto de todo esto dentro y fuera de Cuba que el mismo Fidel Castro se refirió a las chicas como jineteras ilustradas, pues todos en Cuba tienen mínimamente un noveno grado. Pero detrás de esto se escondían muchas tristes realidades: algunas de esas muchachas eran graduadas universitarias, incluso medicas; los cubanos entraban por primera vez en muchos años en contacto con una parte del mundo real fuera de Cuba, una parte tergiversada que brindaba la idea que en el capitalismo todo era diversión y riqueza y que contrastaba con la que comenzábamos a tener en Cuba.
Todo terminó con una oleada de emigrantes en balsa hacia Estados Unidos y miles de muertos que todavía muchas familias lloran. Y se tomó nota de esto. Era un mal que había que aceptar, pero había que alejar a los cubanos lo más posible de la influencia contagiosa del turismo capitalista.
La otra realidad era que Cuba tenia pocos hoteles. Comenzaron a hacerse inversiones, y entre ellas, se le asignaron recursos al ejército para la creación de una compañía llamada GAVIOTA encaminada a recaudar dinero para las fuerzas armadas y que estas no fueran una carga para la economía del país. Ellos fueron los primeros en llegar, por ejemplo, a los cayos y convertir esos lugares paradisiacos y hasta esos momentos intocados en fuente de ingresos. Como siempre sucede solo muchos años después se les permitió a los cubanos la entrada y el uso de hoteles. No solo en los cayos, sino hasta en los de la capital.
Grandes compañías (mayormente españolas) construyeron decenas de hoteles en Varadero y los cayos, pero muy pocos, poquísimos, en la Habana y otras principales ciudades. Cualquiera pudiera decir que es lógico considerando que los turistas vienen por las playas. Veremos.
Y llegamos al 2018. Realmente desde el 2016 ya se venía hablando de las inauguraciones de hoteles de 5 estrellas y 5 estrellas plus en la Habana. Compañías desconocidas en Cuba. Grandes edificios, ejemplares majestuosos de otras épocas que estaban abandonados o muy deteriorados están siendo salvados poco a poco y convertidos en increíbles piezas de arte y con una función en muchos casos totalmente opuesta a la original. Ejemplos de esto son: Hotel Manzana, Packard, y construcción de 3 nuevos.
¿No notan una contradicción?
Para nada, la Habana sigue siendo una ciudad hermosa, que a diferencia de otras ciudades en el mundo ha podido conservar sus barrios y edificaciones coloniales y de todas las décadas del siglo XX. Barrios de la década del 1910, y hasta el 1959 muestran ejemplos soberbios de una burguesía pudiente y educada.
El nuevo objetivo es el turismo de congresos, de negocios y a mediano plazo el turismo de lujo, manteniendo el turismo de low cost fuera de Cuba, turismo clase media a clase alta no interesado en estar en contacto con el pueblo. Es decir, visitaran y se marcharan casi sin “contagiar” al pueblo cubano con ideas de consumo y otras más peligrosas aun.
Por eso no se construyen discotecas, centros nocturnos, nuevos cabarets. Los que vienen a la Habana saben que de noche es posiblemente la capital más silenciosa del mundo. Incluso la víspera del año nuevo no se lanzan ni fuegos artificiales.
Pocos recuerdan que hace muchos años Fidel Castro dijo que “lamentablemente” Cuba debía dejar entrar el turismo para poder obtener divisas una vez que la URSS había desaparecido. Pero que siempre recordáramos que ese era el objetivo principal y si fuera posible ÚNICO, pues inevitablemente crearía diferencias y hechos que el pueblo no entendería: propinas, salarios en divisas, camareros y barman que ganarían más que médicos y maestros por ejemplo.
Resumiendo, el ideal del turismo para el gobierno cubano es el de playa y cayos. Y por otro lado el turismo de lujo, el que gasta mucho dinero, el de hoteles de 5 estrellas, el turismo burgués que lleva en la sangre la alergia a los pobres y que nunca se mezclaría con el pueblo de la Habana y otras ciudades importantes, haciendo ellos mismos el trabajo que antes hacia la policía.
Por mi trabajo adicional como guía de ciudad lo he vivido en carne propia. Paso frecuentemente por las entradas de esos hoteles, y allí están , elegantes ,esperando sus taxis o autobuses y no nos ven, somos transparentes, ni tan siquiera curiosidad. Lo importante es el clima, caminar la ciudad y ver sus edificios, disfrutar de música, comida y bebidas en un ambiente exótico.
Tabaco, ron, playas.